Wednesday, October 11, 2006

Vagabundeando

Rufus

De todos los perros que habitaban el parque, había uno que tenía el privilegio de ser su favorito. Tenía algo distinto, algo que los otros no, algo que lo diferenciaba y que hacia que él le tuviera un especial cariño.
Todos los perros se abalanzaban a "compartir" el almuerzo y se amontonaban alrededor de la comida, capaces de matar por un pedazo mas. Asi, rara vez tenian un mediodía tranquilo. Sin embargo, este perro no. Sumiso, esperaba a que los demás terminaran su tarea, para luego acercarce de forma muy tranquila y civilizada a reclamar su porción. Cuando terminaba, le lamía la mano, como si quisiera agradecerle, y se echaba bajo un árbol a disfrutar de la gratuita sombra. Nunca lo vio persiguiendo a los autos, cosa que los demas animales disfrutaban mucho hacer. Ni hablar de ladrarle a los perros domésticos, como él los solía llamar, que salían a pasear a partir de las cinco y media. Hubiera jurado que alguién le enseño buenos modales, de no ser porque vive allí desde que era un pequeño cachorro.
Dicho can tenía nombre, él se lo había puesto hace tiempo; lo vio en una revista vieja y le gustó. Su nombre era Rufus y si lo llamaba, respondía con una vaga mirada de reojo, como si la situación estuviera por debajo de el y de sus espectativas. Él sentía a Rufus como su mejor amigo, sino el único, y por eso le daba todo su cariño, y lo quería tanto.

Cierto día, Rufus desapareció. No fue a almorzar como todos los mediodías en los que había comida y no lo vió en ningún momento en toda la plaza. Ni siquiera a la hora de dormir, cuando solía acercarse a él en busca de abrigo (aunque en primavera ya no lo hacía tanto). Al despertar al día siguiente y no verlo en ninguna parte, se comenzó a desesperar. "ya vendrá, tal vez simplemente conocio alguna bella canina, pero volverá" intentó tranquilisarse a si mismo. Si bien por un tiempo lo logró, con el correr de las horas su preocupación volvió. Ya no estaba tan seguro de que volvería y no podía alejar los malos pensamientos de su cabeza."¿Lo habrá atropellado un conductor descuidado en alguna caminata nocturna?" "Quizás la perrera finalmente lo capturó, dicen que a tres cuadras de aquí pasa todos los miércoles..." Y de la misma manera, se le ocurrieron miles de hipótesis, algunas tan absurdas que de no ser por se tremenda preocupación, se hubiese dado cuenta que era imposible que dicha cosa sucediera.
Asi pasaron dos días. Tres... Al cuarto, ya había abandonado toda esperanza de volverlo a ver.Un sentimiento de pesadés recorria todo su cuerpo. Apenas puedo tragar el pedazo de alfajor que las chicas le habían regalado. A eso de las cinco de la tarde, se encontraba recostado en uno de los bancos de la plaza cuando creyó verlo. pero no podía ser, ese perro tenía collar y una correa, era sólo un perro doméstico. Recordó, que a diferencia de los otros, Rufus no le hubiera ladrado y se habría mantenido indiferente, y una punzada de dolor atravesó su pecho. Y fue en ese momento cuando notó algo que lo extrañó: los otros perros no le ladraban, ni se interesban en el can. Y comprendió lo que pasaba. Fue como volver a vivir. Se levanto rápidamente del banco y corrió hacia el sorprendido paseador. Miró al perro y le dijo: "Rufus, ¡querido amigo!" Y recibió su inconfundible mirada como respuesta. Pero la otra mirada, la del paseador y su gesto de asco lo sacaron de su estupor. Entendió que no le agradaba para nada lo que había hecho, y que tendría que conformarse con ver a Rufus de lejos. "Al menos ahora tiene un hogar" pensó, aunque dudó que la pase bien con un dueño tan desagradable.
El día siguiente, ya no se sentía tan triste, sí ansioso por que lleguen las cinco de la tarde, cuando podría ver al Rufus nuevamente. Los minutos pasaban cual si fueran horas. No podía dejar de preguntarle la hora a la gente, que extrañada se preguntaba para que la querría saber. Cinco menos cuarto y su corazón ya empezaba a latir mas fuerte. Cinco menos cuarto, la ansiedad lo estaba matando. Cinco menos cinco, ya estaba al borde de la taquicardia. De repente lo vió. Pero esta vez no venía acompañado de la misma persona desagradeble, sino que lo hacía de una chica de unos quince años, que iba con una simpatiquisima expresión en el rostro, silbando alguna cancion de amor. Sintió que sus posibilidades de estar con Rufus iban en aumento...

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